sábado, 18 de octubre de 2008

s/t

A diferencia de cómo sus ojos se habían perdido en el negro de sus parpados cerrados, Alicia ahora podía ver el mundo a su alrededor de manera casi tangible. No podía saber con certeza que era lo bueno o lo malo, pero se dio cuenta que al final eso no tenia importancia. La mano de dios no sólo está en la lluvia que cae luego de la sequía, sino también en el rayo que arrasa con toda planicie, y que, en última instancia, renueva la vida, aunque de manera cruel, pero irremediablemente necesaria. Ahora ella sabía a ciencia cierta que no podría juzgar a otros seres de la tierra, pues la verdad es ajena a toda comprensión humana. Somos parte de una verdad, mas no verdad en si misma.

Autor: Santiago Diaz A.